martes, 17 de junio de 2014

10 palabras

Un comentario casual en una reunión anodina, escuchado sin querer, tal vez ni siquiera dirigido a ti personalmente. Pero te llevas la frase a casa, en el fondo del cerebro, oculto, enterrado.... 
Y por la noche esa frase sale de donde quedó aparcada, se instala en el centro de tu conciencia y ya no se moverá de allí. Durante horas, días, semanas, .... seguramente para siempre. Una idea, un concepto, unas palabras precisas que no dejan lugar a dudas, que no admiten interpretaciones. Eso pasó, ha pasado, está pasando y puede volver a pasar. Le puede pasar a cualquiera, te puede pasar a ti, le puede pasar a tu hijo que es peor, que es mucho peor, que sería insoportable. 
Era una frase suelta, por el tono parecía un comentario sin importancia, una frase aislada para conectar dos comentarios también casuales. Pero no es así. Nadie construye una carga de profundidad tan devastadora espontáneamente. Diez (10) palabras precisas, inequívocas, colocadas meticulosamente una detrás de otras, palabras enunciadas perfectamente, alineadas sobre la barra. 
Entre varias conversaciones cruzadas, mientras compartíamos una caña después de la última reunión del día, la frase quedó sobre aquella barra y al recoger para irnos me la traje conmigo. Y la verdad no admite devoluciones. Miramos para otro lado pero aquí, ahora, gente como tú, hombres como yo, personas inocentes como tus hijos o los míos están al borde del abismo, al borde del dolor, de la muerte, del sacrificio infinito...  Estamos al borde, a un paso del abismo pero insistimos en mirar a otro lado. De pronto un desconocido, un iniciado, nos señala el abismo y ya no hay nada más que vértigo.

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