[Microrrelato para concurso]
ÉRASE UNA VEZ una aldea de pescadores donde sólo quedaban mujeres, niños y ancianos. El hombre de traje claro y maletín de cuero se acercó a unos chicos que apoyados en el espigón oteaban aburridos el horizonte.
- Iñigo, voy a ver a tu ama. Luego vuelvo y te doy lo que te he traído.
Dicho esto, el practicante caminó hacia las empinadas callejuelas esquivando cuidadosamente charcos, redes y aparejos amontonados en el muelle. A su espalda los demás muchachos intercambiaban codazos, risas y cuchicheos.
Iñigo, en silencio, tomó el mismo camino. Al pasar por delante de la cofradía cogió un cuchillo de los que usaban para desollar pescado.
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jueves, 10 de octubre de 2013
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