jueves, 30 de mayo de 2013

Antes de morir

Los suicidas son los únicos que pueden dejar todo ordenado antes de morir.

Puede parecer una idea estupenda cerrar el chiringuito para siempre pero no hay manera de cuadrarlo todo. Y no pienso en las cuestiones trascendentes que le pueden dar sentido a la vida.

Hay que matarse a final de mes, después de haber cancelado el pago del alquiler. El casero se puede quedar con la fianza. Tampoco hay que dejar alimentos a punto de caducar porque es posible que tarden en echarte de menos. Pero hay cosas más importantes.



Hay que fastidiar lo menos posible a los que se quedan un rato más. No dejar deudas, no dejar trámites pendientes, dejar el coche bien aparcado, confirmar el borrador de hacienda, recoger los avisos en Correos.  Pero hay más.

Hay que tomar una última caña con tu hijo. Al menos llevarte puesta esa caña que le dejaste a deber a tu propio padre. Hay que luchar para que el saldo universal de cañas pagadas y debidas esté equilibrado. Esto es importante.

Hay que vaciar la carpeta de Spam, leer los mensajes directos de Twitter, aceptar las invitaciones pendientes en Linkedin y colgar una foto bonita en Instagram; al menos que la última sea buena. No hay que programar mensajes para el día siguiente ni, mucho menos, dejar escrita una entrada en el blog: a nadie le va a parecer una buena idea.

Hay que practicar y hacerlo bien a la primera, como si fuera por vocación. Conseguir todo con tiempo, verificar la fecha de caducidad y atender a las condiciones de conservación.

Por supuesto, hay que hacerlo con la luz apagada, la televisión desenchufada y el buzón de voz desactivado. Bastante chungo es morir sin avisar como para hacer gastar una fortuna a tus amigos en mensajes que no vas a escuchar.



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