miércoles, 3 de marzo de 2010

Momentum

El hombre mostró dos entradas. Dos asientos centrados en la mejor fila del patio de butacas. La joven acomodadora insistió. Debería dejar una de las entradas en taquilla. Su acompañante no podrá entrar una vez comience la función. No importa, respondió él. Si deja la otra entrada en la taquilla y ella llega a tiempo podrá entrar. ¿Ella? No, seguro que ya no viene. El hombre cogió dos programas antes de que la muchacha se lo ofreciera, dejó el abrigo sobre una de las butacas y se sentó en la otra después de ajustar cuidadosamente su chaqueta.

Empezó el espectáculo. Unos jóvenes saltaban en el escenario mientras otros golpeaban diferentes objetos con las manos y los pies. El hombre del traje se revolvía en el asiento, el volumen aumentaba, los ocupantes de los asientos vecinos seguían con su cuerpo el ritmo de la música, algunos sonreían. Varias personas giraron sus cabezas. Los gestos de reproche se sucedieron. El caballero que ocupaba dos localidades ignoró los comentarios, sacó el móvil y atendió la llamada:
– A cualquier cosa llaman arte. Y el teatro se ha llenado.
– ¿qué está pasando ahora?
– Lo mismo, llevan una hora así. Ahora golpean unas cajas, ¿no lo oyes? ¿no oyes el ruido?
– Seguro que, al menos, mi silla está vacía.
– Hemos vuelto a las cavernas. Golpean una piedra con dos palos y lo llaman arte.
– Dices que llevan una hora a ese ritmo. Cómo mola, ¿no?
– ¿dónde quedó Bach? ¿quién ha matado a Mozart?
– Cariño, te vas a morir sin entender nada de este siglo.
– Joder, Mariola, si tanto te gustan estos melenudos en camiseta saltando por el escenario...
– No te oigo, perdona. Están llegando los bomberos, también hay dos coches de policía en la calle.
– ¿por qué no me has avisado? ¿por qué estoy solo aquí viendo esta mierda?
– Tengo que dejarte. Se supone que me has matado antes de ir al teatro y ya ves que retraso llevo.
El hombre observó pensativo la pantalla de su teléfono móvil, al menos dos docenas de espectadores reconocieron después, con claridad, el rostro de aquel espectador que ocupó dos asientos y que se mostró tan nervioso durante toda la actuación.

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