lunes, 1 de marzo de 2010

945 kg. 12 personas

El último en salir debe apagar las luces y conectar la alarma. Alarma activada, abandone el recinto. Ya en el pasillo, el joven empuja la puerta de cristal para comprobar que queda cerrada. Zen, comunicación visual. Avenida de la República, 264. Planta 36, puertas C y F. Conecta su MP3 mientras se aleja por el pasillo. Sigur Ros, Track 3. Play. Sale luz de uno de los ascensores donde un hombre evita con la mano que se cierren las puertas.

- Vámonos. Ya es hora de salir de aquí.

El joven busca su destino. Planta Baja: Recepción y salida. En el panel hay otro botón iluminado. Sótano 4: Parking privado Garrigues Abogados. La puerta de aluminio refleja al cerrarse dos formas borrosas. Traje oscuro, corbata lisa, cabeza afeitada, gafas. Pelo largo, cazadora gris, bolsa bandolera, zapatillas.

Planta 30. El elevador se para pero las puertas no se abren. Los botones se han apagado. El abogado se adelanta. Mikita en letras blancas sobre las patillas rojas de sus gafas. Extiende una mano con un reloj de acero y acciona los dos botones: Sótano 4, Planta Baja. La cabina no se mueve. Planta 30. Parpadean los dígitos luminosos. Planta 30. Posa su maletín en el suelo. En caso de emergencia, pulse el intercomunicador y espere instrucciones. No hay respuesta.

– Siempre soy el último en salir. A estas horas no hay nadie en el edificio.

Saca su móvil. No hay red. Comprueba otra vez la hora en el reloj. Las agujas van a alcanzar juntas la medianoche. El hombre parece leer en el cronógrafo las instrucciones a seguir. Patek Philippe. Geneve. Habla. Uno de sus incisivos superiores está algo torcido y subraya la perfecta alineación de los demás dientes. Entre frase y frase apoya la punta de la lengua sobre el labio inferior. Cuando termina de hablar dirige una sonrisa algo nerviosa a su acompañante. El diseñador observa su MP3. Stop. Guarda los auriculares, deja caer la bolsa en el suelo y mete las manos lentamente en los bolsillos de los vaqueros.

– No te pongas nervioso. Alguien vendrá -apoya la espalda en el espejo.

En caso de emergencia, pulse el intercomunicador y espere instrucciones. El del traje demora su dedo índice varios segundos sobre el interruptor. El sonido lejano de un timbre asciende insistente hasta la cabina.

– Para ya, joder -el chico apoya su mano izquierda en el hombro del otro-. Vamos a esperar.

El hombre se gira y mira sorprendido la mano de su compañero. Habla. El diente torcido. Encadena varias frases intrascendentes. La lengua sobre el labio. Comprueba que la mano sigue ahí. Sonríe bobamente.

– Claro, lo que tú quieras, macho -el joven palmea jovial la mejilla del otro.

Al arrodillarse, las luces de emergencia se reflejan en la calva sudorosa del abogado. El diseñador apoya un dedo en el centro de la cabeza y empieza a describir círculos cada vez más grandes alrededor de un eje imaginario. Es una cabeza perfecta: redonda, de piel tersa y ligeramente bronceada. Al hombre le cuesta soltar el grueso cinturón de los vaqueros. Sonríe a los boxers recién descubiertos. Bikkembergs. Suspira al liberar la polla. Le habla. Otra vez el incisivo, otra vez la punta de la lengua sobre el labio. Ansioso comienza la felación. La mano del otro, firme sobre su hombro, le obliga a mover bruscamente el cuello para recorrer el miembro en toda su longitud. El joven se ríe de sus esfuerzos por intensificar la mamada. La otra mano se detiene cerca de la nuca, el dedo meñique avanzando en vanguardia ha localizado el punto donde termina la calva, la frontera entre la piel tersa y el cuero cabelludo afeitado. Festeja el descubrimiento con regocijo. Su mano rodea firmemente la nuca y empuja bruscamente provocando la arcada. Repite el movimiento varias veces, con parsimonia. Las gafas se caen, los ojos miopes intentan transmitir desconcierto, incredulidad, espanto. Las arcadas se suceden hasta que, por fin, el joven lo aparta con brusquedad. Sacude del miembro flácido las últimas gotas de semen que caen sobre las rojas gafas rotas. Mikita. Puntos suspensivos. Doblado sobre sí mismo, el hombre vomita en el suelo. El diseñador se apresura a recoger la bolsa del suelo antes de que se manche.

– Buenas noches. Disculpe. ¿hay alguien ahí? -el panel se ha iluminado. En caso de emergencia, pulse el intercomunicador y espere instrucciones- Por error desconectamos el ascensor equivocado. Ya está arreglado. Buenas noches y disculpen las molestias.

El joven se acerca a los botones. Sótano 4: Parking privado Garrigues Abogados.

– ¿me lleva a casa, letrado?

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