miércoles, 6 de enero de 2010

Relato Erótico Unisex

Este relato era para un concurso pero no me dio tiempo de presentarlo a tiempo

Estaba deseando volver al hotel y subir a la habitación. Dejó caer el maletín del portátil en el suelo junto a la puerta, soltó el abrigo sobre una silla y corrió hasta una de las paredes donde sólo había una puerta que parecía comunicar con la habitación contigua. Escuchó con la cara pegada a la madera pero el ruido de su propio corazón acelerado no le dejaba oir nada. Sin separarse de la puerta esperó a recuperar el ritmo habitual de su respiración; mientras, se quitó los zapatos y la chaqueta. No oyó nada: sólo silencio al otro lado. Con desgana comenzó a caminar en círculos por la habitación recogiendo el desorden que había provocado al entrar, finalmente se sentó en la cama lamentando no haber tenido más iniciativa la noche anterior. Recorrió con la mirada la habitación: la cama de sábanas blancas impecables, el moderno aparato de televisión, el escritorio con varios folletos turísticos perfectamente ordenados y el material de papelería personalizado con la marca de la cadena hotelera; todo le resultó tan impersonal y previsible como el resto de hoteles que su trabajo le obligaba a visitar regularmente.
Pero en esta habitación había algo especial, la noche anterior sintió que había alguien al otro lado de la pared, una presencia de la que sólo le separaba esa puerta blanca que tenía delante, una atracción visceral cuyo origen no supo identificar pero que no había podido apartar de su cabeza durante todo el día y que, finalmente, le obligó a abandonar prematuramente la reunión y regresar al hotel. Para nada. Para sentarse en la cama con la mirada fija en esa extraña puerta interior. Entonces sonó un móvil al otro lado y, en seguida, respondió una voz que no pudo clasificar. En seguida, cesó el susurro al otro lado de la puerta y el falso silencio volvió a reinar en las dos habitaciones. Con decisión se levantó y caminó hasta la pared y abrió la puerta que resultó no tener echado el cerrojo; la oscuridad del otro cuarto pareció invadirlo todo y formar una única estancia. Una sombra exhaló el aliento contenido delatando su presencia cercana. A tientas, localizó un cuerpo inmóvil y sorprendentemente menudo, lo recorrió con las manos hasta que otras manos cogieron sus muñecas y ambos cuerpos retrocedieron buscando el rincón más alejado donde se refugiaban las últimas sombras ante el avance de la luz que provenía de la otra habitación. De pie, buscó con desesperación el sexo del otro cuerpo y se soprendió al reconocer los mismos signos de excitación que su propio cuerpo experimentaba. Se detuvo.

- Sigue, por favor -dijo una voz ronca e impaciente- sigue.

Intentó manipular torpemente aquel sexo que tanto se parecía al suyo. Intentó concentrarse en sus propios movimientos evitando que su mente considerase la situación. Sus manos se pararon. Acababa de darse cuenta que un teléfono estaba sonando en su propia habitación; tuvo que volver sobre sus pasos para atenderlo. Como si fuese otra persona, oyó su propia voz hablando por el móvil, la puerta se cerró a su espalda y alguien echó el cerrojo, una vuelta despacio y, en seguida, dos vueltas más: rápidas y consecutivas. Mientras seguía hablando con su compañero de trabajo, sintió como se helaba la mancha humeda que resbalaba entre sus piernas.

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